¡Oh, hijos…!
(Aquí Jesús
se puso a llorar
con sollozos… ¡yo no
sabía
qué hacer! Está arrodillado, como en Getsemaní. Es una
pena inmensa porque los hombres no se
quieren acercar a Él, y no quieren recibir su gozo y su alegría. No
quieren ser felices. Esto es
tan inmensamente misterioso… ver a Jesús llorar así por los hombres…
Quieres consolarle. Sientes que Él piensa en ti como en su consuelo. Lo quieres dar todo para que esto no se dé
más: que el Hombre Dios llore por los hombres. Tiene que haber algún remedio, algo que podamos hacer)
La Alegría,
el Gozo, hija
mía, están en
la Eucaristía. ¡Benditos aquellos que los sabéis recibir!