.SAN ANDRÉS DUNG-LAC Y COMPAÑEROS. Son los 117 mártires de Vietnam canonizados por Juan Pablo II el 19 de junio de 1988. En el siglo XVII comenzaron las persecuciones contra los católicos, que habían ido creciendo en Vietnam desde el siglo anterior. Los cristianos martirizados en distintas fechas y regiones fueron cerca de 130.000, de los que se ha introducido la causa de beatificación de casi 1500. Entre los 117 canonizados hay 8 obispos, muchísimos sacerdotes seculares y religiosos, y un gran número de laicos de ambos sexos y de toda edad y condición. 96 son vietnamitas, 11 españoles y 10 franceses. San Andrés, hijo de padres paganos muy pobres, llegó a sacerdote con la ayuda de un catequista, ejerció el ministerio en diferentes localidades y murió decapitado en Hanoi el 21 de diciembre de 1839. Los once españoles, todos ellos dominicos, son los siguientes: Mateo Alonso de Leciniana, de Nava del Rey (Valladolid), decapitado el 22 de enero de 1745. Francisco Gil Federich, de Tortosa (Tarragona), decapitado el 22 de enero de 1745. Jacinto Castañeda, de Játiva (Valencia), degollado el 7 de noviembre de 1773. Ignacio Clemente Delgado, de Villafeliche (Zaragoza), obispo, falleció a causa de los malos tratos el 21 de julio de 1838. Domingo Henares, de Baena (Córdoba), obispo, decapitado el 25 de junio de 1838. José Fernández, de Ventosa de la Cuesta (Valladolid), decapitado el 24 de julio de 1838. Jerónimo Hermosilla, de Santo Domingo de la Calzada (La Rioja), obispo, degollado el 1 de noviembre de 1861. José María Díaz Sanjurjo, de Santa Eulalia de Suegos (Lugo), obispo, decapitado el 20 de julio de 1857. Melchor García Sampedro, de Cortes, parroquia de Cienfuegos (Oviedo), obispo, descuartizado el 28 de julio de 1858. Valentín de Berrio Ochoa, de Elorrio (Vizcaya), obispo, decapitado el 1 de noviembre de 1861. Pedro Almato, de San Feliu Saserra (Barcelona), martirizado el 1 de noviembre de 1861.- Oración: Oh Dios, fuente y origen de toda paternidad, tú hiciste que los santos mártires Andrés y sus compañeros fueran fieles a la cruz de Cristo, con una fidelidad que llegó hasta el derramamiento de su sangre; concédenos, por su intercesión, que difundamos tu amor entre nuestros hermanos y que nos llamemos y seamos de verdad hijos tuyos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.