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SAN RICARDO DE CHICHESTER. Nació en Wych (Droitwich), condado de Worcester (Inglaterra), hacia 1197. Estudió en Oxford, París y Bolonia. En 1235 volvió a Oxford y lo nombraron rector de la Universidad. Acompañó al arzobispo de Canterbury a Francia y lo asistió en su muerte. En seguida estudió teología y en 1242 se ordenó de sacerdote, después de lo cual volvió a su patria donde ejerció el apostolado parroquial. Tres años más tarde fue elegido obispo de Chichester; el rey Enrique III le impidió dos años tomar posesión de su sede. Fue asiduo en la predicación y en la visita pastoral, cuidó mucho la formación y la conducta del clero, fue atento a las necesidades de los fieles, lleno de comprensión y particularmente sensible a los sufrimientos de los enfermos y los ancianos, se volcó en obras de caridad para con los pobres. Luchó por el celibato del clero y la administración gratuita de los sacramentos, así como por la digna celebración de la misa. Murió en Dover el año 1253, cuando predicaba la cruzada. Fue canonizado por Urbano IV en 1262.

SAN LUIS SCROSOPPI. Nació en Údine (Italia) el año 1804. Siendo diácono colaboró ya con su hermano Carlos, del Oratorio, que era director de una casa que acogía a niñas abandonadas. Recibió la ordenación sacerdotal en 1827, y poco después quiso hacerse capuchino, atraído por el ideal de pobreza y fraternidad de san Francisco, pero no pudo porque su hermano Carlos lo necesitaba. En 1846 ingresó en el Oratorio de San Felipe Neri. Juan Pablo II, al beatificarlo, lo propuso como ejemplo luminoso y eficaz de vida cristiana a laicos, sacerdotes y religiosos, por haber logrado una síntesis equilibrada entre vida contemplativa y vida activa. Instituyó la Casa de las Abandonadas o Instituto de la Providencia y la Casa de la Providencia para la formación de las jóvenes, inició la Obra de las Sordomudas y fundó la congregación de las Hermanas de la Providencia. Además, en 1856 restableció la congregación del Oratorio, que había sido suprimida. Murió en Údine el 3 de abril de 1884. Fue canonizado por Juan Pablo II el año 2001.
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