Bienvenidos a compartir en el Espíritu de Dios

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¡Jesús es amor sin límites!



¡Dios te ama!¡Él esta vivo en tu corazón!

¡Que Dios os bendiga cada día de este año 2024


MªEsperanza Román


¡Alabado sea Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo!
Sólo Jesucristo es el camino, la verdad y la vida. ¡SÓLO JESÚS SALVA! Léelo en la Biblia.


¡Te basta mi gracia!

Reza ante el Santísimo por tu familia, amigos y enemigos...¡Él es el Todopoderoso!



¡Oh Señor, pongo en tus manos la sangre derramada por todos aquellos niños muertos en el vientre de sus madres a manos de los hombres, únela a la sangre de tu hijo Jesús que derramó por todos nosotros para la remisión de todos los pecados del mundo! Acoge, Señor esta oración. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén

miércoles, 5 de octubre de 2016

EL P. AMORTH


EL P. AMORTH Y GARABANDAL:

IMPORTANTE TESTIMONIO de la Hna. Beatriz Liaño
(Sierva del Hogar de la Madre)

El pasado 16 de septiembre de 2016, fallecía en Roma el P. Gabriele Amorth. Era, seguramente, uno de los más conocidos exorcistas de todo el mundo, y también uno de los más temidos por Satanás. Además de no tenerle miedo al diablo, tampoco se lo tuvo a los micrófonos ni a las cámaras. Es más, no desaprovechaba ocasión de usarlos cuando se le ofrecían, para publicar que el demonio existe, que no es un cuento, y que es un ser malvado, que odia a Dios y que, movido de una perversa envidia, busca la ruina eterna de los seres humanos. Lo que quizás no se conozca tanto de él fue la relación que tuvo con las apariciones de la Virgen en San Sebastián de Garabandal (1961-1964 Cantabria, España). Yo lo supe casi por casualidad, o mejor dicho, por providencia.
Al llegarme la noticia de su muerte, afluyeron a mi cabeza los recuerdos de algunos encuentros que tuvimos con él en Roma, en los años en los que yo viví allí. Debió de ser el año 2006 o 2007. Me sonreí recordando mi primera conversación con él, a través del teléfono…
Habíamos pensado en grabarle una entrevista de vídeo, para nuestro apostolado con los medios de comunicación social. Debo confesar que, en aquel momento, yo lo desconocía casi todo sobre la actividad extraordinaria de Satanás. Nunca había hablado con un exorcista y, la verdad, me daba un poco de respeto hacerlo. Marqué el número de teléfono y esperé a escuchar el tono de llamada. De pronto, saltó un contestador automático en el que la voz del P. Amorth – la áspera voz de un anciano desgastado tras miles de horas batallando con Satanás – emitía un mensaje breve y conciso. Aún lo recuerdo casi con las palabras textuales. Decía así: “Querido hijo, el P. Amorth está muy ocupado y solo atiende a personas de la Diócesis de Roma. Si no perteneces a la Diócesis de Roma, ponte en contacto con tu Obispo para solicitarle entrevista con el exorcista de tu Diócesis. Si perteneces a la Diócesis de Roma, deja tu mensaje después de oír la señal. En todo caso, te bendigo en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo…” Recuerdo que solté el teléfono como si me hubiera dado calambre…
Reflexioné un momento sobre la cantidad de llamadas que el P. Amorth debía recibir al cabo del día para tener que dejar un mensaje así en el contestador. Volví a marcar el número. Esta vez fui capaz de llegar hasta el final. Comencé a dejar mi mensaje. Me preguntaba qué pensaría el famoso exorcista al escuchar el mensaje de una monja que trabajaba con medios de comunicación y quería hacerle una entrevista. No me dejó terminar de hablar. De pronto, el teléfono se descolgó, y me encontré hablando con el P. Amorth. Al explicarle lo que buscaba de él, buscó un hueco en su agenda y concertamos una cita en un par de semanas.
El día señalado, llegué con otra hermana a la Casa Generalicia de la Sociedad de San Pablo donde residía el P. Amorth. Para mi sorpresa, el “despacho” del P. Amorth era una antigua lavandería situada al fondo del jardín: las paredes cubiertas de azulejos, una especie de fregadero, y también una mesa camilla con algunas sillas, una vieja butaca… No era un lugar muy acogedor, la verdad. El P. Amorth explicó que había escogido ese rincón del jardín porque allí no molestaba a sus hermanos de comunidad con los gritos de las personas a las que exorcizaba. Aunque allí solo recibía a los “menos ruidosos”. Tenía otro lugar, un pequeño templo no parroquial dentro de Roma, donde rezaba sobre los “más ruidosos”… Hablaba con toda normalidad del tema, como quien te cuenta lo que ha desayunado esa mañana.
Me impresionó descubrir que, el “gran exorcista”, era un anciano menudo, de aspecto frágil, acogedor y bromista. No perdió mucho tiempo en presentaciones. Lo importante era la entrevista y no le quería robar tiempo. Entre otras muchas cosas, le pregunté cuántas horas dedicaba al día a los exorcismos. Me respondió que, de la mañana a la noche, de lunes a lunes, todos los meses del año salvo agosto, que lo reservaba para rezar, hacer ejercicios espirituales y peregrinar a algún Santuario de la Virgen. Decía que le ayudaba recordar que tantos hermanos sacerdotes en tierras de misión no tienen posibilidad del más mínimo descanso. Las almas le necesitaban, y él se entregaba a ellas hasta el extremo de sus fuerzas. A medida que le iba escuchando, crecía más y más mi admiración hacia él. Recuerdo la seguridad con que dijo: “La vida de la gracia es una coraza que nos defiende de Satanás. No hay que tener miedo del demonio. Lo que hay que hacer es vivir en gracia, así no tendrá ningún poder sobre nosotros”.
Me pareció un hombre con una fe tan grande, con una fortaleza de espíritu a la altura de los mártires, tan sensato, tan equilibrado… De pronto, empecé a sentirme empujada a hacerle una propuesta al P. Amorth. Por eso, antes de despedirnos le pregunté: “Padre, dentro de unos días llega a Roma nuestro fundador, el P. Rafael Alonso. ¿Puedo pedirle que nos haga un hueco en su apretada agenda para que él pueda venir y conocerle?” El P. Amorth reflexionó un momento, pero no mucho, la verdad. Metió la mano en el bolsillo. Yo pensaba que iba a sacar de ahí la típica agenda de bolsillo. Pues no. Para mi sorpresa sacó unas hojas enrolladas y atadas con una goma. Al extender las hojas descubrí lo que era: un calendario de pared, de esos que en cada hoja viene un mes, y cada número tiene un cuadrado alrededor con un espacio en blanco para anotar. Esa era la “agenda” del P. Amorth. En cada uno de esos cuadrados, escrito con letra pequeña, se amontonaban un montón de nombres… Tantas personas atormentadas por Satanás que buscaban remedio en la oración y dirección espiritual de este sacerdote tan generoso. Buscó entre los nombres y, al final, dijo: “Sí, esta sí, a esta puedo pedirle cambiar la fecha”. No sé quién era esa persona, pero le agradezco de corazón que nos cediera su hora semanal con el P. Amorth para poder tener ese segundo encuentro con él.
Unos días después, volví al lavadero del fondo del jardín de los Paulinos. Esta vez íbamos un grupito de hermanas, algunos de nuestros hermanos, los Siervos del Hogar de la Madre, y el P. Rafael Alonso, fundador del Hogar de la Madre. El P. Amorth nos recibió con su sencillez habitual. Nos acomodamos como pudimos. Había que empezar presentándose y el P. Rafael tomó la palabra para explicarle al P. Amorth: “Yo soy Rafael Alonso, de España, sacerdote, y tengo como misión levantar un Santuario a nuestra Madre en Garabandal”.
La verdad es que nadie esperaba que el P. Rafael iba a comenzar la conversación de esa manera. El P. Amorth le miró fijamente. Tuve la impresión de que se estaba emocionando al responder: “Por fin, por fin uno que cree. ¿Sabes? Yo he creído en Garabandal desde el comienzo de las apariciones”.
Nuestra sorpresa se trocó en alegría. El P. Amorth nos explicó que, antes que exorcista, era especialista en Mariología. Pero no se había limitado a la teoría, sino que había cultivado siempre un tierno amor a la Virgen María. Cuando en el año 1961 le empezaron a llegar noticias sobre unas supuestas apariciones de la Virgen a cuatro niñas en un pueblecito de la montaña del norte de España, llamado San Sebastián de Garabandal, el P. Amorth comenzó a estudiar el fenómeno. Tenía en esos momentos 36 años. Reunió toda la información que pudo conseguir, leyó testimonios, hizo varias averiguaciones… Desde el primer momento le pareció evidente el carácter sobrenatural de los acontecimientos. Y había mantenido esa certeza con el pasar de los años. Supongo que la profunda relación que tenía con San Pío de Pietrelcina, que fue su confesor y director espiritual durante mucho tiempo, le confirmó en esa creencia.
Tiempo después le volví a ver en una parroquia romana. Se celebraba una jornada en torno a la figura del P. Pío y el P. Amorth daba una de las charlas. Estábamos comentando con algunas personas en la sacristía, minutos antes de comenzar la charla. El párroco nombró las apariciones de Garabandal. El P. Amorth le respondió con viveza: “Tú sabes que yo siempre he creído en Garabandal”. El párroco le respondió entre carcajadas: “Sí, Padre sí, y yo también, no se preocupe”. Ahí pude comprobar que el P. Amorth no se avergonzaba de su posición con respecto de Garabandal, ni en privado, ni en público.
Espero que nunca olvidemos las enseñanzas del P. Gabriele Amorth, ni sus consejos y advertencias contra el Malo. Y que tampoco olvidemos que este “especialista en demonología” no se asustó nunca de los ataques que recibieron las apariciones de Garabandal, contra las que pareció levantarse el infierno entero. Y este hombre luchaba a diario contra el infierno, así que un poco debía conocer a Satanás, su odio contra la Siempre Virgen y sus tácticas para apartar a las alma de la Verdad. Lo dicho. Que no nos olvidemos de las enseñanzas de este hombre de Dios.

"Hogar de la Madre"

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