
BEATA EVA DE LIEJA. Nació en Lieja (Bélgica) a principios del siglo XIII. En su juventud no sabía si abrazar la vida civil o la religiosa. Tanto en su opción como en su espiritualidad influyó mucho su amiga santa Juliana del monasterio de Monte Cornillón. Por fin tomó la resolución de hacerse reclusa, y fue a pedir consejo a Juliana. Ambas se abrieron el espíritu, se consolaron y animaron mutuamente. Eva se recluyó en una dependencia de la iglesia de San Martín, de Lieja. Juliana la visitaba y la entusiasmaba en la empresa de conseguir la institución de una fiesta en honor del Sacramento de la Eucaristía. Juliana murió sin ver cumplido su deseo. Eva continuó en el empeño y consiguió que el obispo de Lieja, Enrique Gueldre, interesase al papa Urbano IV en el proyecto. El 8 de septiembre de 1264 el Papa le envió una bula en la que le anunciaba la extensión de la fiesta del Corpus Christi a la Iglesia universal. Murió el 14 de marzo de 1265.

BEATA MARÍA JOSEFINA DE JESÚS CRUCIFICADO CATANEA. Nació en Nápoles el año 1894, hija de los marqueses Grimaldi. Desde su niñez mostró predilección por los pobres y los más necesitados. Tuvo particular devoción a la Eucaristía y a la Virgen María, especialmente con el rezo del rosario. En 1918, después de estudiar comercio, entró en el Carmelo de Santa María, en "Ponti Rossi" (Nápoles). Su vida estuvo marcada por una forma grave de tuberculosis en la espina dorsal, de la que, por intercesión de S. Francisco Javier, curó milagrosamente en 1922. Más tarde otras enfermedades la redujeron a la silla de ruedas. Supo unirse a Cristo y amarlo en el sufrimiento, y prestó consuelo y consejo a cuantos la visitaban en el locutorio del convento, para encontrarse con el amor de Dios. Por obediencia escribió su "Autobiografía" y su "Diario", así como cartas y exhortaciones para las religiosas. Murió el 14-III-1948. Beatificada en 2008.
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