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Alabanza del Sagrado Lignum Crucis.
Capítulo 37 Un joven de Suecia, de la diócesis Lincopense, tenía por herencia paterna una cruz de oro, en la que estaban contenidas unas reliquias del verdadero madero de la santa cruz, el cual joven vendió por pobreza aquella cruz, y dió el Lignum Crucis a una mujer devota, la que temiendo tenerlo consigo, se lo regaló a santa Brígida. Dudando la Santa si aquello sería del verdadero Lignum Crucis o no, le dijo Jesucristo: 632 Ese joven hizo un cambio de ningún provecho, porque recibió lodo y dió una preciosísima margarita, recibió oro despreciable y dió el santo madero, con que hubiera podido vencer a sus enemigos; recibió lo apetecible a sus ojos, y perdió lo que es el deseo de los ángeles. Llegará, pues, el tiempo en que el madero que ahora es menospreciado, aparezca terrible. Pocos hay que piensen cuán lleno de dolores estaba yo en ese madero, cuando se partió mi corazón, y mis tendones se apartaron de las coyunturas. Santa Brígida mandó volver a poner aquel Lignum Crucis en una caja decorosa, a fin de que no lo llevasen personas indignas.