Una mañana, después de la Santa Comunión, oí esta voz: _Deseo que Me acompañes cuando voy a los enfermos._
Contesté que estaba de acuerdo, pero un momento después reflexioné: ¿Cómo voy a hacerlo? Dado que las hermanas del segundo coro no acompañan al Santísimo Sacramento, siempre van las Hermanas Directoras. Pensé que Jesús lo solucionaría. Pocos minutos después, la Madre Rafaela mandó llamarme y me dijo: Hermana, usted va a acompañar al Señor Jesús, cuando el sacerdote visite a los enfermos. Y durante todo el tiempo de la probación, siempre iba con luz, acompañando a Jesús y como un oficial de Jesús procuraba siempre ceñirme con un pequeño cinturón de hierro, porque no estaría bien acompañar al Rey vestida como de costumbre. Esa mortificación la ofrecía por los enfermos.
Contesté que estaba de acuerdo, pero un momento después reflexioné: ¿Cómo voy a hacerlo? Dado que las hermanas del segundo coro no acompañan al Santísimo Sacramento, siempre van las Hermanas Directoras. Pensé que Jesús lo solucionaría. Pocos minutos después, la Madre Rafaela mandó llamarme y me dijo: Hermana, usted va a acompañar al Señor Jesús, cuando el sacerdote visite a los enfermos. Y durante todo el tiempo de la probación, siempre iba con luz, acompañando a Jesús y como un oficial de Jesús procuraba siempre ceñirme con un pequeño cinturón de hierro, porque no estaría bien acompañar al Rey vestida como de costumbre. Esa mortificación la ofrecía por los enfermos.
(Diario de santa Faustina).
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