
SAN BUENAVENTURA, obispo y doctor de la Iglesia. Nació hacia el año 1218 en Bagnoregio, junto a Viterbo (Italia). Se dice que de niño había sido curado de una grave enfermedad por intercesión de san Francisco. De joven ingresó en la Orden franciscana. Estudió filosofía y teología en París y, obtenido el doctorado, las enseñó en la misma Universidad. Junto con santo Tomás reivindicó el derecho de los mendicantes a la docencia y al apostolado. Elegido general de su Orden en 1257, la gobernó con prudencia y sabiduría, convirtiéndose en una especie de segundo fundador. Nombrado obispo y cardenal de la diócesis de Albano, trabajó con gran empeño en la unión de las Iglesias de Oriente y de Occidente en el Concilio II de Lyón, ciudad en la que murió el 15 de julio de 1274. Nos legó numerosas obras teológicas y filosóficas, espirituales y místicas, luminosas y llenas de unción, que le merecieron el título de Doctor Seráfico. En la historia franciscana ha sido de particular importancia su «Leyenda mayor», biografía oficial de san Francisco, en la que se inspiró Giotto. -Oración: Dios todopoderoso, concede a cuantos hoy celebramos la fiesta de tu obispo san Buenaventura la gracia de aprovechar su admirable doctrina e imitar los ejemplos de su ardiente caridad. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

SAN PEDRO NGUYEN BA TUAN. Nació en Vietnam de familia pagana el año 1763. Se convirtió al cristianismo por su trato con los misioneros dominicos. Hizo los estudios eclesiásticos, se ordenó de sacerdote y durante treinta años ejerció de manera ejemplar el sagrado ministerio en diferentes destinos. Cuando llegó la persecución del emperador Minh Mang, acudió a visitar a san José Fernández que estaba enfermo y, corriendo muchos riesgos, buscó refugio para ambos en otro Vicariato. Fueron bien acogidos, pero el pagano en cuya casa se hospedaron los delató esperando una recompensa. A José lo martirizaron días después. A Pedro lo detuvieron y lo torturaron para que apostatara. Murió el 15 de julio de 1838 en la cárcel de Nam Dinh exhausto por el hambre y los malos tratos. Cuando el juez le mandó pisar la cruz para salvar la vida, Pedro le dijo: «Ciertamente soy viejo y débil, pero la fuerza de Dios me ayudará a sufrir los tormentos y la misma muerte. Yo no piso la santa cruz. Sólo deseo que llegue el momento de derramar mi sangre por el Señor del cielo, cuya religión es la única verdadera».
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