Queridos
hijos de Mi Corazón Inmaculado, como consagrados a Mí, os quiero en la
sencillez y simplicidad, ¡sencillos como palomas!, (Mt 10, 16) que de los que son cándidos como niños, es el Reino de los Cielos.
Ser
sencillos, hijos, es parecerse a Jesús, al Padre, y a vuestro Director,
el Espíritu Santo. Ser sencillo no es decir a cada momento lo primero
que se os ocurra sin pensar en nada ni medir las consecuencias de
vuestras palabras. La sencillez está en la intención, que debe ser única
y no doble, y amorosa, orientada a la Gloria de Dios y a la salvación
del alma con quien habláis.
Por eso añadió Mi Jesús “prudentes como serpientes”. (Mt 10, 16) Prudencia
es pensar un poco, no esperéis que Dios os lo dé todo hecho, pues si os
ha concedido inteligencia, memoria y voluntad, es para que las uséis en
el buen combate, alerta por sus intereses, que son las almas, Su
gloria, que también será la vuestra, unida a Él.
Dios es simplicísimo, todo en Él está claro, nada hay oculto sino para ser descubierto. (Lc 12, 2) Mirad que tenéis infinidad de testigos en el Cielo pendientes de vuestros actos. (Hbr. 12, 1) Desechad,
pues, la intención doble, egoísta, desechad toda trama, toda
corrupción, toda hipocresía, toda vanidad, toda maldad, y alabad a Dios,
que cuanto más sencillos seáis, más confiareis en Él, y menos en
vosotros mismos, como el niño que empieza a andar, y se fía más de la
mano de su madre, que de sí mismo.
Hijos, Yo bendigo a cuantos se esfuerzan en esta meta de la vigilante sencillez e intención recta. Quedad en paz. Así sea.
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