Bienvenidos a compartir en el Espíritu de Dios

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Rezo por vosotros. Rezad, también por mí. ¡GRACIAS!

¡Jesús es amor sin límites!



¡Dios te ama!¡Él esta vivo en tu corazón!

¡Que Dios os bendiga cada día de este año 2024


MªEsperanza Román


¡Alabado sea Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo!
Sólo Jesucristo es el camino, la verdad y la vida. ¡SÓLO JESÚS SALVA! Léelo en la Biblia.


¡Te basta mi gracia!

Reza ante el Santísimo por tu familia, amigos y enemigos...¡Él es el Todopoderoso!



¡Oh Señor, pongo en tus manos la sangre derramada por todos aquellos niños muertos en el vientre de sus madres a manos de los hombres, únela a la sangre de tu hijo Jesús que derramó por todos nosotros para la remisión de todos los pecados del mundo! Acoge, Señor esta oración. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén

martes, 26 de agosto de 2014

VUESTRA ALMA EN EL INFIERNO. REFLEXION SANTO CURA DE ARS…


by pajares95
Entonces Jesucristo, con el libro de las conciencias en la mano, con voz de trueno formidable, llamará a todos los pecadores para convencerlos de todos los pe­cados que hayan cometido durante su vida. Venid, impúdicos, les dirá, acercaos y leed, día por día; mirad todos los pensamientos que mancharon vuestra imaginación, todos los deseos vergonzosos que corrom­pieron vuestro corazón; leed y contad vuestros adul­terios; ved el lugar, el momento en que los co­metisteis; ved la persona con la cual pecasteis. Leed todas vuestras voluptuosidades y lascivias, leed y con­tad bien cuántas almas habéis perdido, que tan caras me habían costado. Más de mil años llevaba ya vuestro cuerpo podrido en el sepulcro y vuestra alma en el infierno, y aún vuestro libertinaje seguía arrastrando almas a la condenación. ¿Veis a esa mujer a quien perdisteis, a ese marido, a esos hijos, a esos vecinos? Todos claman venganza, todos os acusan de su perdi­ción, de que, a no ser por vosotros, habrían ganado el cielo. Venid, mujeres mundanas, instrumentos de Sa­tanás, venid y leed todo el cuidado y el tiempo que empleasteis en componeros; contad la multitud de malos pensamientos y de malos deseos que suscitasteis en las personas que os vieron. Mirad todas las almas que os acusan de su perdición. Venid, maldicientes, sembradores de falsas nuevas, venid y leed, aquí están escritas todas vuestras maledicencias, vuestras burlas, y vuestras maldades; aquí tenéis todas las disensiones que causasteis, aquí tenéis todas las pérdidas y todos los, daños de que vuestra maldita lengua fué causa principal. Id, desdichados, a escuchar en el infierno los gritos y los aullidos espantosos de los demonios. Venid, mal­ditos avaros, leed y contad ese dinero y esos bienes perecederos a los cuales apegasteis vuestro corazón, con menosprecio de vuestro Dios, y por los cuales sacrifi­casteis vuestra alma. ¿Habéis olvidado vuestra dureza para con los pobres? Aquí la tenéis, leed y contad. Ved aquí vuestro oro y vuestra plata, pedidles ahora que os socorran, decidles que os libren de mis manos. Id, mal­ditos, a lamentar vuestra miseria en los infiernos. Venid, vengativos, leed y ved todo cuanto hicisteis en daño de vuestro prójimo, contad todas las injusticias, todos los pensamientos de odio y de venganza que alimentasteis en vuestro corazón; id, desdichados, al infierno. ¡Ah, rebeldes ! mil veces os lo avisaron mis ministros, que, si no amabais a vuestro prójimo como a vosotros mismos, no habría perdón para vosotros. Apartaos de mí, malditos, idos al infierno, donde seréis víctimas de mi cólera eterna, donde aprenderéis que la venganza está reservada sólo a Dios. Ven, ven, bebedor, acércate,-mira hasta el último vaso de vino, hasta el último bo­cado de pan que quitaste de la boca de tu esposa y de tus hijos; he aquí todos tus excesos, ¿los reconoces? ¿son los tuyos realmente, o los de tu vecino? He aquí el número de noches y de días que pasaste en las tabernas, los domingos y fiestas; he aquí, una por una, las palabras deshonestas que dijiste en tu em­briaguez; he aquí todos los juramentos, todas las im­precaciones que vomitaste; he aquí todos los escánda­los que diste a tu esposa, a tus hijos y a tus vecinos. Sí, todo lo he escrito, todo lo he contado. Vete, des­dichado, a embriagarte de la hiel de mi cólera en los infiernos. Venid, mercaderes, obreros, todos, cual-quiera que fuese vuestro estado; venid, dadme cuenta, hasta el último maravedí, de todo lo que comprasteis y vendisteis; venid, examinemos juntos si vuestras medidas y vuestras cuentas concuerdan con las mías. Ved, mercaderes, el día en que engañasteis a ese niño. Ved aquel otro día en que exigisteis doblado precio por vuestra mercancía. Venid, profanadores de los Sacramentos, ved todos vuestros sacrilegios, todas vuestras hipocresías. Venid, padres y madres, dad-me cuenta de esas almas que yo os confié; dadme cuenta de todo lo que hicieron vuestros hijos y vues­tros criados; ved todas las veces que les disteis permiso para ir a lugares y juntarse con compañías que les fueron ocasión de pecado. Ved todos los malos pensamientos y deseos que vuestra hija inspiró; ved todos sus abrazos y otras acciones infames; ved todas las palabras impuras que pronunció vuestro hijo. Pero, Señor, dirán los padres y madres, yo no le mandaba tales cosas. No importa, les dirá el juez, los pecados de tus hijos son pecados tuyos. ¿Dónde están las virtudes que les hicisteis practicar? ¿dónde los buenos ejemplos que les disteis y las buenas obras que les mandasteis hacer ? ¡Ay! ¿qué va a ser de esos padres y madres que ven cómo van sus hijos, unos al baile, otros al juego o a la taberna, y viven tranquilos? ¡ Oh, Dios mío, qué ceguera ! ¡Oh, qué cúmulo de crímenes, por los cua­les van a verse abrumados en aquellos terribles mo­mentos ! ¡Oh! ¡cuántos pecados ocultos, que van a ser publicados a la faz del universo ! ¡Oh, abis­mos de los infiernos! abríos para engullir a esas mu­chedumbres de réprobos que no han vivido sino para ultrajar a su Dios y condenarse.
Pero entonces, me diréis, ¿todas las buenas obras que hemos hecho de nada servirán? Nuestros ayunos, nuestras penitencias, nuestras limosnas, nuestras co­muniones, nuestras confesiones, ¿quedarán sin recom­pensa? No, os dirá Jesucristo, todas vuestras oraciones no eran otra cosa que rutinas; vuestros ayunos, hi­pocresías; vuestras limosnas, vanagloria; vuestro trabajo no tenía otro fin que la avaricia y la codicia; vuestros sufrimientos no iban acompañados sino de quejas y murmuraciones; en todo cuanto hacíais, yo no entraba para nada. Por otra parte, os recompensé con bienes temporales: bendije vuestro trabajo ; di fertilidad a vuestros campos y enriquecí a vuestros hi­jos; del poco bien que hicisteis, os di toda la recom­pensa que podíais esperar. En cambio os dirá Jesús, vuestros pecados viven todavía, vivirán eternamente delante de Mí ; id, malditos, al fuego eterno, preparado para todos los que me despreciaron durante su vida.
Santo Cura de Ars

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