by pajares95 |
Queridos hijos de Mi Corazón Inmaculado, que Me estáis consagrados con alguna idea de buscar la Santidad: sabed que pequeñas chispitas de Amor verdadero había en los corazones de los santos… tan pequeñas, que ni de lejos se podían comparar al Corazón de Jesús.
Sí. ¿Quién compara un fuego que parece apagado, sólo se ven cenizas, con los miles de millones de soles de todas las galaxias del universo, hijos?
Pero a nadie se le ocurre mover con la mano esas cenizas. Podría haber algún rescoldo o brasa… ¿Qué hacían, pues, los santos? Lo que se hace con alguna chispa que se pretende aumentar, si se ve, aunque fuese en forma de recuerdo lejano en la fe, ponerle yerba seca, ramitas muy finas y secas de penas, y soplar un poco, a la espera de lo que no depende de uno: que el viento del Espíritu emita Su Luz y Su Verdad (Sal 43. 3) en intensas llamaradas de Amor…
Y entonces, los santos no se cambiaban por nadie en esos momentos, que ahondaban y conservaban en su corazón (Lc 2, 19) como grandes depósitos del Agua de la Gracia para regar en los años de abundante sequía y escasez que sabían era la cruz que llevaban, cada vez más grande… y lo cultivaban buscando penas, trabajos, pobreza, humillaciones…
El que pasa de largo ante las brasas y rescoldos de su propio corazón, se aleja del único hogar que merece la pena, el Cielo. Y ved como en todo ambiente se sugiere Dios, para que todos se salven, ahí tenéis un refrán común: “Desgraciado en el juego, afortunado en amores”, que se dice como consuelo al que ha perdido en el juego… ¡Hijos! ¡No os importe, sino buscad perder en el juego del mundo, para ganar en Amor verdadero!
Yo os bendigo para que seáis fieles y ahondéis en esas chispitas de Amor que Dios os regaló, y las alimentéis. Quedad en paz. Así sea.
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