Bienvenidos a compartir en el Espíritu de Dios

Hola a todos los que visitáis este blog. ¡Gracias por entrar! ¡DIOS OS BENDIGA!
En este momento empezamos a compartir nuestras vivencias y, también nuestras oraciones.
Rezo por vosotros. Rezad, también por mí. ¡GRACIAS!

¡Jesús es amor sin límites!



¡Dios te ama!¡Él esta vivo en tu corazón!

¡Que Dios os bendiga cada día de este año 2024


MªEsperanza Román


¡Alabado sea Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo!
Sólo Jesucristo es el camino, la verdad y la vida. ¡SÓLO JESÚS SALVA! Léelo en la Biblia.


¡Te basta mi gracia!

Reza ante el Santísimo por tu familia, amigos y enemigos...¡Él es el Todopoderoso!



¡Oh Señor, pongo en tus manos la sangre derramada por todos aquellos niños muertos en el vientre de sus madres a manos de los hombres, únela a la sangre de tu hijo Jesús que derramó por todos nosotros para la remisión de todos los pecados del mundo! Acoge, Señor esta oración. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén

lunes, 14 de diciembre de 2015

DIOS NO ES OBEJETO NI DE RISA NI DE BURLA.


by pajares95
DE LOS ESCRITOS DE MARIA VALTORTA.

La gente cuchichea y le señala con gestos. Hay mucha curiosidad en el ambiente.
DICE JESUS«"No tentarás al Señor tu Dios"[4]152, está escrito. Demasiadas veces se olvida este mandamiento. Se tienta a Dios cuando se le quiere imponer nuestra voluntad. Se tienta a Dios cuando imprudentemente se actúa contra las reglas de la Ley, que es santa y perfecta y en su lado espiritual –el principal– se ocupa y se preocupa, también, de la carne que Dios ha creado[5]153. Se tienta a Dios cuando, habiendo sido perdonados por El, Se vuelve a pecar. Uno tienta a Dios cuando, habiendo recibido de El un beneficio que pretendía ser un bien para sí, algo que le moviera hacia Dios, lo transforma en un daño.
Dios no es objeto de risa ni de burla. Demasiadas veces sucede esto. Ayer habéis presenciado el castigo que espera a quienes pretenden mofarse de Dios. El eterno Dios, lleno de compasión con quien se arrepiente, se muestra, por el contrario, lleno de severidad con el impenitente que en manera alguna se modifica a sí mismo.
Vosotros venís a mí para oír la palabra de Dios. Venís para obtener un milagro. Venís para obtener el perdón. Y el Padre os da palabra, milagro y perdón. Y Yo no echo de menos el Cielo, porque puedo daros milagros y perdón, y puedo haceros conocer a Dios.
7 Ese hombre cayó ayer fulminado, como Nadab y Abiú[6]154 , por el fuego de la divina indignación. De todas formas, absteneos de juzgarle. Que lo que ha sucedido, que ha sido un nuevo milagro, solamente os haga meditar acerca de cómo hay que actuar para tener a Dios como amigo. El quería el agua penitencial, pero sin espíritu sobrenatural; la quería por espíritu humano: como una práctica mágica que le curase la enfermedad y le liberase de la desventura. El cuerpo y la cosecha: éstos eran sus fines, no su pobre alma, que no tenía valor para él; lo valioso para él era la vida y el dinero.
Yo digo: "El corazón está donde está el tesoro, y el tesoro donde el corazón. Por tanto, el tesoro está en el corazón".
El en el corazón tenía la sed de vivir y de tener mucho dinero. ¿Cómo obtenerlo?: como fuera; incluso con el delito. Pues bien, pedir así el bautismo ¿no era reírse de Dios y tentarle? Habría bastado el arrepentimiento sincero por su larga vida de pecado para proporcionarle una santa muerte y lo justo en esta Tierra. Pero él era el impenitente. No habiendo amado nunca a nadie aparte de sí mismo, llegó a no amarse ni siquiera a sí mismo. Porque el odio mata incluso el amor animal egoísta del hombre hacia sí mismo.
El llanto del arrepentimiento sincero habría debido ser su agua lustral. De la misma forma, para todos vosotros que estáis escuchando; porque sin pecado no hay nadie, y todos, por tanto, tenéis necesidad de esta agua que, exprimida por el corazón mismo, desciende y lava, da de nuevo la virginidad a quien ha sido profanado, levanta a abatido, da nuevo vigor a quien la culpa ha dejado exangüe.
Ese hombre se preocupaba sólo de la miseria de la tierra, cuando en realidad sólo una miseria debe apesadumbrar al hombre: la eterna miseria de perder a Dios. Ese hombre no dejaba de hacer las ofrendas rituales, mas no sabía ofrecer a Dios un sacrificio de espíritu, es decir, alejarse del pecado, hacer penitencia, pedir con los hechos el perdón.
Una hipócrita ofrenda de riquezas mal adquiridas es como invitarle a Dios a que se haga cómplice de las malas acciones del hombre. ¿Es posible que esto suceda? ¿No es reírse de Dios el pretenderlo? Dios arroja de su presencia a quien dice: "he aquí que sacrifico" y se consume internamente por continuar su pecado. ¿Ayuda, acaso, el ayuno corporal cuando el alma no ayuna del pecado? Que la muerte de este hombre, que ha acontecido aquí, os haga meditar sobre las condiciones necesarias para gozar del aprecio de Dios. Ahora, en su rico palacio, los familiares y las plañideras hacen duelo ante los restos mortales que dentro de poco serán conducidos al sepulcro. ¡Oh, verdadero duelo y verdaderos restos mortales! ¡Nada más que unos restos mortales! Nada más que un desconsolado duelo, porque el alma, precedente e irremisiblemente muerta, se verá para siempre separada de aquellos que amó por parentela y afinidad de ideas. Aunque una misma morada los una eternamente, el odio que allí reina los dividirá. Es así que entonces la muerte es verdadera separación.
Mejor sería que, en vez de los demás, fuese el propio hombre quien, teniendo muerta el alma, llorase por sí mismo; de modo que, por ese llanto de contrito y humilde corazón, le devolviera al alma la vida con el perdón de Dios.
Idos, sin odio ni comentarios, nada más que con humildad; como Yo, que, no con odio sino por justicia, he hablado de él. La vida y la muerte son maestras para bien vivir y bien morir, y para conquistar la Vida sin muerte. La paz sea con vosotros».
8 No hay ni enfermos ni milagros, y Pedro les dice a los tres discípulos del Bautista:«Lo siento por vosotros».
«No es necesario. Nosotros creemos sin ver. Hemos tenido el milagro de su natividad, que nos ha hecho creyentes, y ahora tenemos su palabra, que confirma nuestra fe. Sólo pedimos servirla hasta el Cielo, como Jonás, hermano nuestro».

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